Friday, June 11, 2010

"Creación" de vida en un laboratorio: ¿nos están engañando?

El 20 de Mayo de este año se publicó en la revista Science un artículo (aquí) cuyo título le dio la vuelta al mundo en unas cuantas horas: “Creación de una célula bacteriana controlada por un genoma sintetizado químicamente”. Los titulares en periódicos, revistas y blogs anunciaban con bombo y platillo que se había logrado crear vida sintética en un laboratorio. Las notas aclamaban el hecho como uno de los avances científicos más grandes de todos los tiempos y vaticinaban desde la producción de combustibles limpios a partir de microorganismos, hasta la cura de enfermedades como la diabetes. Pero, ¿realmente se creó vida sintética en un laboratorio? ¿En verdad es este un avance científico notable sin precedentes? Veamos.

Craig Venter es un conocido biólogo estadounidense que se catapultó a la fama por ser uno de los pioneros en el proyecto de secuenciación del genoma humano. Pero también es un prolífico empresario que sabe vender muy bien sus ideas y busca constantemente temas de muy alto impacto. Con la fusión de varios centros de investigación financiados por capital privado, fundó en 2006 el Instituto Craig Venter, en San Diego, California. Fue allí donde se desarrolló el trabajo que ha sido objeto de sensacionalismo en las últimas tres semanas. Para entender íntegramente los experimentos que se realizaron, primero debemos hacer un poco de historia: Venter y su equipo publicaron en 2008 y 2009 (aquí y aquí) un par de artículos en cuyos principios se basa el más reciente trabajo de la célula “sintética”. Haré una burda analogía para explicarlo: Imaginen que tienen a un caballo en el laboratorio con todos los órganos intactos, pero le han extraído el corazón. Sin este vital órgano el caballo no puede desarrollar función alguna y por lo tanto carece de vida. Ahora imaginen que tienen la capacidad técnica de transferir, conectar y acoplar el corazón de una cebra al caballo en cuestión. Voilà!, los órganos del caballo comienzan a funcionar y eventualmente es capaz de moverse y adoptar el comportamiento de un caballo normal, todo gracias al corazón de la cebra. Algo similar logró el equipo de Venter en 2008: Aislar el genoma de Mycoplasma capricolum (bacteria que provoca una enfermedad respiratoria en cabras) y transferirlo al “esqueleto” de Mycoplasma mycoides (su prima hermana que provoca la misma enfermedad pero en vacas). Para lograr esto, se extrajo el DNA completo de M. capricolum y le fue implantado a una célula vacía de M. mycoides. Para detallar el término célula vacía, observen las figuras y compárenlas.


















Figura: Célula normal vs. célula vacía


Decimos que es una célula vacía porque le fue extraído el DNA y por lo tanto no puede realizar ninguna función; es como si le hubieran extraído el corazón. Sin embargo, posee las membranas intactas y la forma se mantiene; al implantarle el DNA de su prima hermana, la célula comienza a funcionar con la única salvedad que ya no posee las características de
M. mycoides, sino las de M. capricolum. Para entenderlo mejor, es como si le hubieran transplantado el corazón de la cebra al caballo, pero resulta que con ese corazón el caballo empieza a producir las rayas características de una cebra. Con este interesante experimento se había demostrado que era posible (y funcional) el intercambio de genomas entre especies bacterianas cercanamente emparentadas, aunque claro, en condiciones controladas dentro de un laboratorio.

En el artículo publicado hace tres semanas hicieron exactamente lo mismo: Implantar el DNA de M. mycoides en una célula vacía de M. capricolum. El experimento fue exitoso y la célula que estaba vacía pudo vivir y reproducirse gracias al genoma implantado. La gran diferencia y lo novedoso aquí radica en que, todo, absolutamente todo el genoma que implantaron fue sintetizado químicamente, es decir, fue producido en un laboratorio. Debemos aclarar que hace casi treinta años se ideó la metodología que permite sintetizar en un laboratorio las bases químicas (componentes) que conforman el DNA (más detalles sobre el DNA aquí). Hoy en día existen compañías que se dedican sólo a sintetizar pequeños fragmentos de DNA, ya que su uso en los laboratorios es muy extensivo (más información aquí). Con un costo aproximado de 40 millones de dólares, el equipo de Venter sintetizó en su totalidad el genoma de M. mycoides. Lo sobresaliente del trabajo radica en haber implantado exitosamente un genoma 100% sintético en otro organismo. El avance técnico es que ahora sabemos que un genoma sintetizado en un laboratorio puede “echar a andar” una célula vacía. Pero ojo, no es lo mismo copiar y transcribir un libro en un idioma desconocido que entederlo a cabalidad

Dejemos de lado los tecnicismos y discutamos: ¿esto significa que se ha creado vida nueva en un laboratorio? La respuesta es NO y hay un par de argumentos sólidos para fundamentar la respuesta: i) la forma de vida que se “creó” no es nueva. Esencialmente, lo que se hizo fue una recreación de una forma de vida bacteriana existente, con la salvedad de que el genoma utilizado fue prostético (sintetizado en un laboratorio), ii) incluso si se hubiera sintetizado un genoma muy diferente a lo conocido hoy en día, la célula con el genoma sintético fue construida modificando una forma de vida existente. Por eso es importante tener claro que lo único completamente sintético fue el genoma; pero la célula vacía ya estaba allí. Siendo muy estrictos, diríamos que sería una nueva forma de vida sólo si la célula entera fuese sintética; partir de cero, de la nada, no como aquí, donde parten del “esqueleto” de una célula que obviamente ellos no sintetizaron. El reporte de Venter y sus colaboradores es un avance importante en nuestra habilidad para manipular los organismos (conocida como ingeniería genética); no representa la creación de vida desde cero.

Las reacciones que ha generado la noticia entre la gente que centra sus esfuerzos en la bioética (y que no tienen una formación científica) resultan interesantes y desubicados, por decir lo menos. En su afán de vender sus proyectos como la gran revolución, Venter les ha hecho creer a muchos incautos que él y su equipo crearon una nueva forma de vida en un laboratorio. Por ello, gente como Mark Bedau, profesor de filosofía en el Reed College, Oregon, señala que: “…en un futuro la célula sintética podría ser radicalmente diferente a cualquier forma de vida que haya existido en la Tierra.” Además advierte: “Nadie sabe las consecuencias de crear nuevas formas de vida, debemos esperar lo inesperado.” Esto tiene una enorme dosis de ciencia ficción y está muy alejado de lo que podría ocurrir realmente. Si en un futuro se lograra sintetizar un genoma radicalmente diferente a cualquier forma de vida, las probabilidades de que funcione son mínimas, por no decir nulas. Francamente, los científicos no entendemos ni sabemos la suficiente biología como para crear vida. Aunque el proyecto del genoma humano abrió grandes expectativas hace algunos años (por citar un conocido ejemplo), no hay un manual de instrucciones que dicte cómo se tiene que ensamblar para producir una célula viva. Imagínense, es como si trataran de armar y hacer funcionar un Jumbo Jet basándose únicamente en una lista con todas las partes que lo conforman. Imposible. Otros van más allá y se desgarran las vestiduras para que aquellas hipotéticas nuevas formas de vida no sean liberadas al medio ambiente. Vaya, los que creen esto asumen que se habrían superado todas las limitantes técnicas e intelectuales y que habría nuevas formas de vida creándose por allí en los laboratorios. Si esto ocurriese (insisto, la probabilidad de que pase tiende a 0), no tendrían de qué preocuparse. Seguramente serían bacterias inestables que sólo podrían sobrevivir adecuadamente dentro de condiciones controladas. Liberarlas al ambiente casi aseguraría su desaparición, ya que la todopoderosa selección natural entraría en acción y tendrían que competir con organismos que llevan allá afuera millones de años, y si han persistido no es por casualidad. Por último están los filósofos que debaten si el vitalismo finalmente ha sido desechado de una vez por todas. El vitalismo es un término acuñado por Henri-Louis Bergson, quien postuló en el siglo XIX que la vida no podría explicarse sólo en términos mecanicistas y que nunca podría crearse artificialmente; que detrás habría una “élan vital” o fuerza vital que distingue inequívocamente lo orgánico de lo inorgánico. Los filósofos intentan desechar este concepto refugiándose bajo el artículo de Venter y sus colaboradores. Pero vuelvo a lo mismo: NO se creó vida en un laboratorio (No quiero decir que creo en el vitalismo, sólo ejemplifico el abanico de debates que se han abierto).

Sin duda, el trabajo de Venter y sus colegas tiene importancia porque aporta un ladrillo más a las bases de nuestro conocimiento en ingeniería genética. Pero es fundamental no dejarse encandilar por todo lo que se está diciendo allá afuera: es un avance técnico, pero no un avance conceptual ni mucho menos el comienzo de una revolución que conlleve a la creación de organismos a gusto de cada quien. El propio Venter dice que con su trabajo se ve muy cerca el momento en que las bacterias produzcan energías limpias y que, básicamente, se podría empezar a salvar al planeta, entre otras linduras (¿ahora entienden porqué hice hincapié varias veces en la personalidad magnánima de Venter?). No se dejen engañar, para que eso ocurra se deben derribar barreras que actualmente parecen inamovibles. Y es muy probable que nunca ocurra, pero si ocurre, ni tú ni tus hijos lo verán. Promesa de microbiólogo.

Ps: El domingo 13 de Junio a las 21 hrs., Discovery Channel presentará un especial de una hora enfocado únicamente al trabajo que acaba de presentar Venter, así como el impacto que tendrá en el futuro. El anuncio adelanta que nos lo querrán vender como la panacea. Estaré atento a ese programa y publicaré en los comentarios mi opinión.

Thursday, February 18, 2010

Sobre el periodismo "científico" en México

Hace unas cuantas semanas, El Universal publicó una nota en su portal de internet (clic) que se mantuvo como la más leída, la más comentada y la más enviada durante un par de días. El título sentenciaba con tono amenazante: Estudio liga masturbación a cáncer de próstata. En resumen, la nota menciona que los individuos que mantuvieron una alta actividad sexual cuando eran jóvenes (entre los 20s y los 30s), tienen mayor riesgo de desarrollar cáncer; además, los que se masturban muy frecuentemente, incrementan aun más el riesgo. Planteada de esta manera, sin ningún otro dato adicional, la información vertida parece contundente. Pero de entrada, la nota carece de un dato primordial: no cita el estudio original ni menciona en qué journal fue publicado, el volumen y el año. Dado que la información científica publicada en los periódicos de circulación nacional es por lo general pobre, confusa y mediocre, me dí a la tarea de rastrear la fuente original que dio origen a esta curiosa nota y cotejarla con lo que el diario publicó. Vaya sorpresa.

El único dato extra que se proporcionaba relativo al estudio, era el nombre de “la responsable”, una tal Polyxeni Dimitropoulou. Realicé una búsqueda en las bases de datos donde se concentra la literatura científica y finalmente logré ubicar el artículo original (clic aquí). Lo primero que sorprende es la fecha de publicación: Enero de 2009. Interesante, los sujetos de El Universal publican notas con información disponible desde hace un año (si somos más rigoristas, desde hace año y medio, ya que el artículo fue aceptado por la revista en Mayo del 2008, y se pueden leer los artículos en su sitio web un par de semanas después que fueron aceptados). Al reportar una nota de carácter científico, la prensa nacional suele citar a universidades reconocidas. Esto lo hacen, supongo, para ganar “credibilidad”, por ejemplo: La Universidad de Harvard realizó un estudio que… En este caso, la nota menciona que el responsable está adscrito a Cambridge, pero en realidad sólo un miembro está en dicha universidad, mientras que los demás, incluido el responsable, están adscritos a Nottingham, a un centro en Tailandia y un par de fundaciones británicas.

Una lectura rápida a sus conclusiones nos revela que la información publicada por El Universal es parcial y sesgada. Cito: Si bien es cierto que la actividad sexual durante la juventud (20s) incrementó el riesgo de padecer la enfermedad, también parece tener un efecto protector contra el mal en la edad adulta (50s). En particular, la masturbación fue un marcador de riesgo en los 20s y los 30s, pero también parece estar asociado con una disminución de riesgo en los 50s. Vaya, la gente que redacta las notas olvidó incluir la segunda parte de las conclusiones: el aparente efecto protector en edades adultas. ¿Este tipo de deslices son plan con maña? ¿Lo hacen con el afán de tener una nota incendiaria que atraerá público incauto el cual creerá dicha información a priori? ¿O de plano son analfabetas funcionales? Quisiera que algún periodista me lo aclarara (los estoy viendo Chilangelina, Mauro y Dool).

Abordemos ahora el artículo original. Este tipo de “estudios” son altamente subjetivos y muy poco confiables. Lo que hacen los autores es entregar cuestionarios para indagar la vida sexual de los pacientes. Está probadísimo que la gente tiende a mentir profusamente cuando se le pregunta su vida sexual, inflando el número de encuentros sexuales y la cantidad de parejas que han tenido. Este único hecho es suficiente para dudar abiertamente de las conclusiones de los autores. Pero está bien, asumiremos que los 840 sujetos encuestados dicen sólo la verdad y que los reyes magos viajan por el mundo repartiendo regalos; basados en lo anterior, restan años de investigación para validar de manera experimental, mediante estudios serios hechos por biólogos celulares, que la actividad sexual y la masturbación durante la juventud aumentan el riesgo de padecer cáncer de próstata, y que la misma actividad sexual pero en edad adulta confiere un efecto protector. Vaya, sería interesantísimo, sin duda. Pero como todo indica que es una completa y absoluta mamada que carece de todo sustento, no me preocuparé. Pero ni poquito.